En mi caso fue más bien un fin de licenciatura (concretamente, licenciatura en física, especialidad de física fundamental), título que más adelante se consideró equivalente al de máster. Como siempre, hablo desde mi experiencia personal (no tengo otra), con la certeza de que a más de uno le resultará familiar mi historia.
Aquel fue un año* que no olvidaré mientras viva. Comenzó con una dificultad práctica: acababa de romper con mi pareja, y en solitario no podía afrontar fácilmente los gastos de vivir emancipado. Tomé la difícil decisión de regresar a casa de mis padres, trabajar menos horas y centrarme en terminar mi último año de carrera.
Por fortuna tenía pocas horas de clases presenciales, lo cuál me ahorraba el viaje diario a la facultad (paseo + autobús + metro + paseo = 1h 45m, multiplicado por dos para volver). Esto me permitía pasar días enteros estudiando en la biblioteca pública de mi localidad, Guadalajara. Por curiosidad, anoté las horas que pasé estudiando durante aquel último curso, parando el cronómetro cada vez que me levantaba de la silla. El resultado fue un promedio de algo menos de 6 horas al día, festivos incluídos. Y no crean que me quejo, era una gozada disponer de tiempo para estudiar.
Quiso el destino que también ese año mi padre quedase desempleado. Decidió prepararse para una oposición bastante competitiva, de modo que ambos pasábamos estudiando la mayor parte del día.
Aunque no se exigía ningún trabajo de fin de licenciatura, existía la opción de hacer un trabajo académicamente dirigido (TAD). Escogí hacer uno con el departamento de óptica. Consistía en «enseñar» a un sistema compuesto por dos webcams a percibir la profundidad de campo de forma parecida a como lo hacen nuestros ojos, esto es, comparando las ligeras diferencias entre ambas imágenes. Aunque lógicamente he olvidado algunos detalles, aún recuerdo los conceptos clave, procedimientos, libros y paquetes de software que utilicé para escribir mi código, que naturalmente conservo. Opino que mi TAD no era demasiado elegante, pero logré que el cacharro funcionara y obtuve una buena nota. Y lo más importante, gracias a este TAD una empresa de diseño de lentes se interesó por mí, pero con una condición: tenía que estar licenciado en Junio y no en Septiembre. Por cierto, años después, en otro empleo, mis actuales jefes mostraron curiosidad por ese TAD. Diez minutos después, tenían una copia en su bandeja de entrada, que ustedes también pueden consultar aquí.
A pesar de las panzadas a estudiar que me metía, suspendí (y con razón) una asignatura en Febrero. Electrónica I se convirtió en una fuente de tensión (hilarante juego de palabras) durante todo aquel año. Dado que sólo es posible presentarse a dos convocatorias por año, si la volvía a suspender en Junio (solicitando una convocatoria extraordinaria) retrasaría mi fecha de licenciatura hasta Febrero del año siguiente. Si decidía presentarme en Septiembre con más calma, probablemente perdería el empleo que me habían ofrecido. Decidí arriesgarme y por fortuna, tras muchas horas de estudio, conseguí aprobarla en Junio.
El resto de asignaturas fueron mucho mejor. Recuerdo con especial cariño las de Análisis funcional, cuyos apuntes ayudé a elaborar (es posible que mi nombre aún aparezca en los agradecimientos), la fascinante Física estadística, y también Procesos moleculares, cuyo examen, a juzgar por la cantidad de estudiantes que lo entregamos a la profesora con lágrimas en los ojos, fue para muchos de nosotros el último de la carrera. Pocas semanas más tarde comenzaba a trabajar con los diseñadores de lentes, en lo que entonces pensé sería mi despedida definitiva de la universidad… pero esa es otra historia.
Llegados a este punto, algunos de ustedes pensarán que aquel fue un año lleno de sufrimientos. Nada más lejos. Todavía hoy lo considero el año más creativo de mi vida**. No negaré que hubo momentos en los que el estrés me pasó factura, pero en términos generales no me he sentido tan inspirado durante tanto tiempo seguido ni siquiera durante mi actual doctorado. Quien no ha conocido esta sensación, se ha perdido lo mejor de la universidad.
Por cierto, al final mi padre consiguió la plaza.
Fue un año inolvidable.
*: Por aquel entonces, mis años comenzaban y acababan a mediados de Septiembre. Eran años académicos. El presente texto se refiere al período entre Septiembre de 2011 y Junio de 2012.
**: Incluso a día de hoy aún me proporciona alegrías: hace poco me pidieron que tradujese al inglés un trabajo sobre transformación conforme aplicada a dinámica de fluidos que escribí entonces.
Como contraste, mi caso. Triunfaba con un buen trabajo en el extranjero y a la vez hacía el TFM. El director de mi master no siguió mucho mi investigación a pesar de que todo lo que hice funcionaba sorprendentemente bien. El profe principal, que juzgó mi TFM, sólo se fijó en que yo lo había escrito en inglés. No entendieron por qué funcionaba tan sorprendentemente bien lo que había hecho y zanjaron la evaluación con un aprobado pelado. Ahí es donde me dí cuenta de que las necias riñas entre el director de master y el evaluador principal me habían fastidiado. En definitiva, una injusticia total de la puta mierda de universidad española que tenemos. No me extraña que ahora se regalen/vendan los TFM.
Lamento leer eso, pero no comparto tu conclusión generalizadora. Mi experiencia, que se limita a una universidad española, fue tremendamente satisfactoria.
Pablo, muchas de las veces que hablo mal de la universidad española, así en general, la gente me dice que en lo que ellos ven (o han vivido) todo está divinamente bien. Y parece que yo sea un huraño, amargado de la vida, que me quejo por todo.
No voy a entrar en detalles, pero en toda aquella historia que viví, hubo mucho más. Aquella lucha de poder, que me pilló en medio, estaba enmarcada en una remodelación de mi universidad que afectó de lleno a ese campus y en concreto a los departamentos comandados por ambos capos y a otros 4 ó 5 departamentos más. Allí se movieron cientos de miles (¿millones?) de euros. Lo que he llamado «necias riñas» era en realidad una encarnizada lucha por la pasta.
No lo dudo, y jamás te llamaría huraño. Esa fue tu experiencia y no tengo nada que objetar. Pero yo tuve la suerte de que la mía fue muy diferente.
A mí me pasó algo parecido en el proyecto de fin de carrera de unas de las carreras que terminé. Hice un proyecto «tope de gama» y me tuve que conformar con un puñetero 8 mientras que un amiguete que lo copió de un proyecto del montón con normativa anticuada 20 años le pusieron sobresaliente… por que el director del tribunal era el compañero de despacho de su padre. Eso en una universidad pública.
Sin embargo en el proyecto fin de carrera de otra de las que cursé en una privada, tanto la carrera en sí misma como el proyecto fin de carrera y su nota fueron infinitamente de mayor calidad y justicia.
Hay universidades españolas muy buenas, pero por desgracia la mayoría están entrevetadas de mediocridad, sectarismo, nepotismo y amiguismo.
Pues yo también recuerdo mis dos Proyectos de Fin de Carrera que siempre ha habido en las carreras de Ingenieria, el primero tarde 19 meses retrasado por una Dtora. de proyecto absolutamente ausente, en cuanto me dijo que lo hiciera por mi cuenta avance y meses después y 1500 páginas de un sistema de galerías para un Almacenamiento Geológico Profundo se saldó con un 9’5, el segundo vino de otra ingenieria; ahí ya solo me interesaba el título para acceder a Jefe de Obra y tras años de callo profesional, emitir una queja al que era Dtor de mi proyecto por vago y caradura (con 33 años y más que curtido en las grandes obras de infraestructura,no iba a aguantar vaciles y menos retrasos), su sustitución por un verdadero profesional y 48 horas de trabajo aprobe el segundo con un 8. Del primero han pasado 14 años,ambos los podría defender de nuevo hoy sin siquiera leerlos y luego ver a políticos riéndose a la cara de los estudiantes y la población en general, una vergüenza.
Mi lectura de tesis también fue memorable (aunque entonces no me hizo ninguna gracia). Una semana antes de defender mi tesis para convertirme en doctor en matemáticas, después de tres años de trabajo, descubrí un error fatal en la tesis y tuve que corregirlo a toda prisa. Sólo el último día conseguí arreglarlo, después de pasarme tres noches seguidas sin dormir. Antes de presentarla dormí 4 o 5 horas, ya de día, mientras mi tutor la repasaba. Llegado el momento, me dijo que no veía nada raro, pero que no se acababa de fiar. El error inicial era sutil y no se atrevía a garantizar que no hubiera otro nuevo, que lo mejor era no presentarla, pero que, ya que había pagado las tasas y estaba reunido el tribunal, que de todas formas la presentara, pero que los profesores de nuestra universidad la votarían negativo y él movería los hilos para poder presentarla de nuevo dentro de un par de meses sin tener que volver a pagar las tasas y sin que me contara como una defensa fallida sino como un aplazamiento (extraoficialmente). Al final acepté e hicimos eso, incluido un poco de teatro durante la defensa, con él echándome la bronca por no tener una exposición bien ordenada y convenciendo a los del tribunal para que aceptaran el pseudoaplazamiento.
Importante:
http://mati.naukas.com/2018/04/14/sigue-al-conejo-blanco/
Da gusto leerle.
Me acuerdo de esos momentos.
Abrazo grande.
K.
¡Ay!, los meses en mayúscula